El domingo pasado se hizo público el caso de Valentina Henríquez, una joven de 23 años, estudiante de periodismo en Santiago, que viene de provincia a la capital.
Valentina viviendo en Santiago, se enamoró de un hombre mayor que ella en al menos 10 años, un hombre que prometio protegerla y ser su familia en un lugar donde ella estaba sola.
Valentina comenzó a percibir tonos violentos en el actuar de su pareja, pero ella dentro del enamoramiento que sentía, decidió perdonarlo y ayudarlo a salir del circulo de la drogadicción que hacía que él se transformara en ese monstruo que la violentaba.
Valentina, primero pensó que lo podía ayudar, pero luego se dio cuenta que él no quería salir del circulo vicioso que lo tenía atrapado, después la violencia se incrementó y vino el miedo, miedo a él y miedo a lo que pudiera llegar a hacerle a ella y a su familia, finalmente, Valentina, cae en la vergüenza de reconocer que es una mujer agredida.
Pero Valentina superó la vergüenza, superó el miedo y decidió hablar. Publicó en su cuenta de facebook fotos de sus heridas y hematomas de los «arranques» de su pareja. Valentina pudo ser una más de las jóvenes que han denunciado a sus parejas en las redes sociales, pero su pareja no era cualquiera. Él era un músico reconocido en nuestro país, él es Camilo Castaldi, vocalista de la banda Los Tetas.
Muchas mujeres y hombres solidarizaron con su dolor y empatizaron con la rabia y la impotencia de Valentina. Sin embargo, hubo comentarios de hombres que decían y cito «esa maraca se lo merecía», «algo habrá hecho para que le pegaran», «ella es la tonta que dejó que le pegaran» y el peor de todos fue el comentario realizado por una «figura pública», la Doctora Cordero, quien en su calidad de psiquiatra, se dio el lujo de decir que Valentina era sadomasoquista y que de seguro que le excitaba que le pegaran.
Por esto, vuelvo a hacer una reflexión que hice cuando fue el juicio de Nabila Rifo, ¿Qué tan enfermos estamos como sociedad para criar y permitir que una persona justifique y avale la violencia hacia otro? ¿Hasta cuando permitimos la violencia física y volvemos a violentar con comentarios de esa calaña? ¿Cual es nuestra responsabilidad como sociedad en seguir aguantando que violencia sea algo que se justifica?
Entonces, yo les pregunto a esos seudos «machitos» o a esas mujeres «solidarias»; ¿Qué harían si les pasara a ustedes?, que harían si fuese su madre, su hermana o su hija? ¿Qué harías si tu pareja a la que crees conocer, te comienza a violentar? ¿Qué harían en los zapatos de Valentina?
Creo que es justo y necesario que todos aquellos que se crean con el derecho de juzgar primero se hagan esas preguntas y luego comenten, porque a veces es muy fácil ver todo desde la vereda del frente, pero todo es distinto cuando lo están viviendo.
Hoy Valentina y miles de mujeres más sufren y buscan apoyo, pero es difícil cuando la sociedad en vez de apoyar apunta con el dedo. No podemos juzgar a una mujer por no hablar, si no que debemos acogerla y sobre todo comprenderla, porque no sabemos si mañana nos puede tocar a nosotros.
Por Patricia Escobar