-«¿Por qué nunca se ha producido un Golpe de Estado en Estados Unidos?»
-«Porque en Washington no hay embajada estadounidense».
Este viejo chiste sobre la política exterior de EE.UU. se ha vuelto a poner de moda por culpa de las acusaciones de interferencia rusa en las elecciones de noviembre.
La supuesta responsabilidad de Moscú, y con ello la credibilidad de los servicios de inteligencia estadounidenses, han sido puestas en duda por el presidente- electo Donald Trump, lo que le valió duras críticas por parte del vicepresidente saliente.
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Y tanto el hackeo original como la subsiguiente polémica están teniendo lugar bajo la mirada divertida de aquellos que disfrutan viendo a EE.UU. quejarse por algo que ellos han hecho muchas veces.
Extensa lista
Efectivamente, la intervención en procesos electorales ajenos ha sido un componente importante de la política exterior de Washington durante mucho tiempo.
Si se considera que expulsar del poder a un mandatario democráticamente electo es la mayor intervención posible, ahí están los casos de Jacobo Arbenz, en Guatemala, Salvador Allende, en Chile, o Joao Goulart, en Brasil, solo por mencionar algunos ejemplos.
Incluso si sólo se toman en cuenta los casos en los que los documentos desclasificados han confirmado la mano estadounidense en golpes de Estado, como en los arriba mencionados, la lista es extensa.
Pero la mayor parte del tiempo los servicios de inteligencia que tratan de influir en procesos electorales ajenos -un interés que de ninguna manera es exclusivo de las agencias estadounidenses- operan durante la fase de campaña.
Y si se acepta como indicador de interferencia la provisión de apoyo financiero, sea a candidatos oficialistas o de oposición -algo que prohíbe la legislación de muchos países, incluido EE.UU.- el número de intervenciones ilegales de Washington crece significativamente.
«Según mis cálculos, se han producido más de 30 casos de flagrante interferencia de Washington en elecciones extranjeras desde el final de la II Guerra Mundial», estima el historiador William Blum, autor de «La CIA: una historia olvidada» y «Estado paria: una guía al único superpoder del mundo».
El mismo Blum, un conocido crítico de la política exterior estadounidense, reconoce que ese es un cálculo «conservador», que tampoco da cuenta de todas las operaciones encubiertas de la CIA.
Con todo esto en mente, BBC Mundo te trae tres ejemplos emblemáticos de casos en los que EE.UU. actuó para tratar de manipular procesos electorales ajenos con mayor o menor grado de éxito, tal y como, según Washington, lo hizo Moscú en las elecciones de noviembre.
Italia, 1948: la primera vez
Las elecciones italianas de abril de 1948 son ampliamente consideradas como la primera intervención en los asuntos de otro país de la CIA, la Agencia Central de Inteligencia de EE.UU.
Según Blum, en 1947 EE.UU. obligó al gobierno italiano a despedir a todos los comunistas y socialistas que integraban el primer gabinete de la posguerra a cambio de la promesa de mayor ayuda económica estadounidense.
«Y a partir del año siguiente, y durante décadas, cada vez que los comunistas, ya fuera en alianza con los socialistas o por su cuenta, amenazaban con derrotar a la Democracia Cristiana apoyada por EE.UU., la CIA empezó a emplear todos los trucos (sucios)» con el fin de evitarlo, se lee en «Estado paria».
El historiador acusa a EE.UU. de haber descargado sobre los italianos «sus grandes armas de guerra económica, política y psicológica, al tiempo que financiaba encubiertamente a los candidatos democristianos».
Y varios documentos desclasificados por el Archivo Nacional de Seguridad parecen sustanciar algunas de esas acusaciones.
«Una única cosa está en juego en estas elecciones: si Italia continuará siendo un país libre o si será sujeto de una dictadura totalitaria controlada por Moscú», se lee en un documento «Top Secret» dirigido al Secretario de Estado George Marshall, fechado el 29 de marzo de 1948.
«Estamos haciendo todo lo posible para apoyar a los elementos democráticos moderados en Italia sin dar la impresión de interferir en los asuntos internos«, se afirma ahí.
En el memorándum también se explica que se le ha dejado en claro a los italianos que un voto a favor de los comunistas les privaría de los beneficios del llamado «Plan Marshall» y que «están eligiendo entre democracia y dictadura», al tiempo que se admite abiertamente que la devolución de Trieste y la admisión de Italia a la ONU se están utilizando para meter presión.
Pero todavía hoy la CIA se sigue oponiendo a la desclasificación de los documentos sobre sus acciones encubiertas en Italia durante 1948, al punto de que el Archivo Nacional de Seguridad entabló una demanda legal en agosto de 2000 cuestionando la excusa de «seguridad nacional».
En 2014, sin embargo, un antiguo jefe de la oficina de la CIA en Roma no tuvo problemas en reconocer públicamente el importante rol jugado por la agencia en la política italiana durante esos años.
«Sin la CIA, el Partido Comunista Italiano (…) seguramente habría ganado en las elecciones de 1948», escribió Jack Devine en su libro de memorias «Good Hunting» («Buena caza»).
Chile, 1964 y 1970: un clásico latinoamericano
El rol de Estados Unidos en el derrocamiento del presidente chileno Salvador Allende, depuesto por un golpe de Estado el 11 de septiembre de 1973, es de sobra conocido.
Pero mucho antes de eso la CIA trabajó en contra del candidato socialista en las elecciones de 1964, en las que resultó derrotado, y también en los comicios de 1970, en los que resultó vencedor.
Efectivamente, según documentos de la CIA desclasificados por el Archivo Nacional de Seguridad en 2004, la agencia de inteligencia estadounidense gastó un total de US$2,6 millones en apoyo directo a la campaña del principal rival de Allende en las elecciones de 1964, y futuro ganador, Eduardo Frei.
«US$3 millones adicionales fueron gastados en actividades de propaganda anti-Allende diseñadas para asustar a los votantes y alejarlos de su coalición, el Frente de Acción Popular (FRAP)», se lee también en el resumen de los documentos desclasificados de la NSA.
Y la lista de métodos considerados por la CIA en uno de ellos -un memorando fechado 1 de abril de 1964- incluyen «comprar votos directamente, de ser necesario» y «operaciones especializadas de propaganda, algunas de las cuales serán propaganda negra, para denigrar a Allende».
EE.UU. también empezaría a trabajar para tratar de evitar la eventual llegada de Allende al poder mucho antes de su victoria en las elecciones de 1970.
Según un memo fechado en marzo de 1969, la CIA aprobó planes valorados en cientos de miles de dólares para tratar de influir en las elecciones parlamentarias de marzo de 1965 y marzo de 1969.
Y un año después el llamado «Comité 40», presidido por Henry Kissinger, recomendó apoyar «operaciones encubiertas diseñadas para reducir la posibilidad de una victoria del candidato de la Unidad Popular en las elecciones presidenciales de septiembre de 1970″.
Lo que Blum describe en «Estado Paria» como «un operación multifacética y multimillonaria de la CIA» no evitó, sin embargo, la victoria del candidato en cuestión, Salvador Allende.
Y el resto, es historia.
Rusia, 1996: ¿el que a hierro mata…?
Asesorar no es lo mismo que hackear y publicar los correos electrónicos de uno de los partidos en contienda, que es de lo que Washington acusa a Moscú, pero EE.UU. puede haber jugado un rol clave en la victoria de Boris Yeltsin en las elecciones de 1996.
El mérito, en cualquier caso, lo han reclamado tres consultores estadounidenses -George Gorton, Joseph Shumate y Richard Dresner- quienes asesoraron la campaña de reelección del presidente ruso en secreto.
En una entrevista a la revista Time, publicada luego de las elecciones, los tres expertos afirmaban haber modernizado la operación y, sobre todo, logrado convencer al equipo de Yeltsin de hacer campaña negativa en contra de sus candidatos comunistas.
Y aunque la importancia de su rol fue públicamente minimizada por la jefa de campaña del mandatario ruso, su hija Tatyana Dyachenko, y Blum mismo reconoce que no es posible saber qué tan decisivos fueron, el historiador estadounidense también destaca un dato que explica su inclusión en esta lista.
«Aunque los estadounidenses trabajaban a título independiente, el gurú político del presidente Clinton, Dick Morris, actuaba de intermediario con la administración», asegura Blum en «Estado Paria».
«Y el mismo Clinton le dijo a Yeltsin en marzo que quería ‘garantizar que todo lo que EE.UU. hiciera tuviera un impacto positivo’ en la campaña electoral rusa«, agrega.
Con eso en mente, afirma Blum, los consultores estadounidenses en Moscú prepararon un encuentro Clinton-Yeltsin en abril que le permitiera al mandatario ruso «plantarle cara a Occidente», tal y como el Partido Comunista -su principal adversario- prometía hacer.
Yeltsin terminaría venciendo a los comunistas en la primera vuelta por una diferencia del 3%, para asegurarse luego la reelección en el balotaje 54% a 40%.
Obviamente, mandatarios que con su comportamiento o declaraciones claramente favorecen a un lado en unas elecciones o en un referendo en un país ajeno, no son nada extraño, ni nuevo.
Pero no está escrito que la única interferencia criticable en un proceso electoral sea aquella que recurre a operaciones encubiertas o hackeo.