En las unidades de cuidados intensivos neonatales (UCI neonatales) hay mucho ruido: puertas que se cierran y se abren, gente hablando, aparatos de aire, entre otros. Un ruido que puede afectar a los bebés prematuros que se están recuperando o desarrollando en las incubadoras. Los más afectados por este entorno son los grandes prematuros, aquellos que nacen antes de la semana 32, lo que significa que no se han desarrollado del todo ni física ni cognitivamente.
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A pesar de que la evidencia científica asegura que los avances médicos han mejorado mucho su supervivencia, todavía estos pequeños son más sensibles a padecer dificultades en su desarrollo neuronal. Y para que este mejore, expertos y profesores de Ginebra (Suiza) han decidido confiar en la música, pero escrita especialmente para ellos. En Suiza, según explican, unos 800 bebés son grandes prematuros al año, lo que se representa el 1% de los nacimientos en el país. Por ejemplo, en España, son unos 500 los que nacen prematuramente cada año.
“Nacer entre la semana 24 y 32 de gestación, es decir, que todavía quedarían de dos a cuatro meses para un embarazo a término, significa que su cerebro está menos desarrollado”, aseguran los autores en un comunicado. “Su manera de desarrollarlo, prosiguen, es en la incubadora, con unas condiciones muy diferentes de si estuvieran en la barriga de su madre. Si juntamos la inmadurez del cerebro y un ambiente que sensorialmente no es adecuado, podría ser una de las explicaciones del porqué las conexiones neuronales no se desarrollan normalmente”, añaden.
La idea de partida de los investigadores era cómo hacer para que el ambiente de los pequeños en la UCI mejorara. Y sabían que la música era una opción, ¿pero cuál? “Fuimos muy afortunados porque contamos con el compositor Andreas Vollenweider, con experiencia en proyectos musicales con población vulnerable y que mostró mucho interés en crear música para los grandes prematuros. El compositor contó con la ayuda de una enfermera especializada en cuidados intensivos”, según los autores.
La melodía tenía que estar adaptada a ellos y acompañarlos cuando se despertaban, cuando se iban a dormir, y que sonara durante las fases sueño-vigilia. Los instrumentos finalmente elegidos fueron la flauta punji o encantadora de serpientes –el que mejor funcionó–, el arpa, y trozos de campana. El compositor hizo tres piezas de ocho minutos de duración. El estudio se basó en diferenciar dos grupos de pequeños, unos escucharon la música cinco veces a la semana y otros, nada. Las resonancias que hicieron tras el experimento mostraron «diferencias en las conexiones neuronales en el cerebro de los bebés».
La investigación, publicada en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), ha tenido conclusiones sorprendentes para los mismos autores: “Los resultados revelan que las redes neuronales de los bebés prematuros que han escuchado esta música, y en particular en cuanto a las funciones sensoriales y cognitivas, se están desarrollando mucho mejor”. “Y fue increíble”, relatan, “los niños más excitados consiguieron calmarse”. Es más, “se incrementaron las conexiones entre la red cerebral de prominencia (es aquella que permite discernir la importancia de los estímulos) y las redes auditivas, sensoriomotoras, frontal, tálamo y el precúneo (una parte del cerebro que permite relacionar la información exterior con la de los sentidos). Tanto, que la organización de las redes neuronales era muy similar a la de los bebés nacidos a término», explican. Los primeros niños que participaron en el proyecto tienen ahora 6 años, a la edad en que los problemas cognitivos comienzan a ser detectables. Ahora, tras los resultados, los autores tendrán que evaluarlos de nuevo.