Mi error, quizás, fue haber visto Kong: La Isla Calavera después de Logan.
Kong es un retroceso del cine popcorn contemporáneo que solo se conforma con llenar asientos en las multisalas y vender golosinas. Y en ese campo, la película es un completo éxito.
En la senda del cine de Michael Bay, Kong: La Isla Calavera es un despliegue audiovisual impresionante con imágenes; cada una mas hermosa que la anterior, con diseños muy creativos de criaturas fantásticas y escenas de acción ejecutadas con una precisión y una claridad tan bien definidas que el mismo Bay debería tomar notas.
A veces la película pareciera ser un trailer constante de si misma, con constantes cambios de música; canción cool tras canción cool. El ritmo del film en general es un desorden durante los primeros 20 minutos. Las escenas de acción son impresionantes pero causan cero efecto emocional. Y ese es el gran defecto de este gorila gigante.
Lamentablemente la cinta de Jordan Vogt-Roberts se queda en la forma y olvida, aparentemente a propósito, el fondo. Ningún personaje es explorado con profundidad quedando todos en el estereotipo. El problema será que cuando empiece la masacre, nosotros estaremos deleitados con las lindas imágenes en vez de aterrados con el trágico desenlace. Recordemos que una de las ideas del cine es provocar. El despliegue de imágenes lindas dejémoslos para los demos de los televisores en las multitiendas.
Kong olvida por completo el drama para dar paso al espectáculo. Y luego de la primera hora uno se adormece y todo deja de tener impacto. Todo deja de importar.
Siento que Kong es una oportunidad desperdiciada. Si Logan fue un avance y una luz de esperanza en el cine pop, Kong: La Isla Calavera es Suicide Squad.
-Pedro Pizarro Rojas
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