El hogar de Gary Hartloff queda apenas a un par de minutos del pequeño cementerio donde están enterrados sus ancestros.
Protegido por una alta cerca, dos candados y algunos arbustos, el terreno está sembrado de lápidas que datan de comienzos del siglo XIX.
Y apenas a unos metros está New Era Field, un enorme complejo de 80 hectáreas y sede de los Buffalo Bills, un equipo profesional de fútbol americano de la NFL, que atrae la asistencia de 70.000 aficionados en cada partido en casa.
El camposanto de la Familia Sheldon está enclavado en el centro del estacionamiento del estadio en la localidad de Orchard Park, Nueva York.
Antes, reposaba sobre tierras cultivables privadas. Hoy su locación es, indudablemente, un terreno menos sereno para el eterno descanso.
Allí, en el estacionamiento, miles de aficionados se reúnen a festejar con abundantes cantidades de alcohol, antes de los partidos.
La mayoría no saben que entre los vehículos y el estadio está el cementerio con más de veinte tumbas.
Los visitantes quizás presten más atención a los baños portátiles, ocasionalmente colocados en el semioculto perímetro del cementerio.
Y los descendientes de la familia Sheldon prefieren que, a simple vista, su presencia no se note.
«Hace unos 20 años vinimos aquí y todas las piedras habían sido derribadas y arrancaron letras de las inscripciones. Fue un acto de vandalismo», dice Gary Hartloff mientras limpia las tumbas.
Eso hizo que los Bills levantaran la cerca y sembraran plantas para protegerlo. «Antes podías retroceder hasta aquí con los autos a cualquier hora. No había seguridad, pero reconozco que ahora sí la hay».
No es la primera vez que un proyecto de infraestructura o de construcción se encuentra con un cementerio. Solo en EE.UU. hay múltiples documentados en estacionamientos y carreteras, y otros descubiertos cuando se hacen obras.
Lo extraño es que el Cementerio de la Familia Sheldon haya quedado en las sombras del estadio de un equipo de la liga deportiva más rentable en EE.UU.
Última morada
El origen del cementerio se remonta a hace casi dos siglos, mucho antes de que los Buffalo Bills fuesen fundados en 1960.
En 1832 Joseph Sheldon, un inspector de la Holland Land Company, le pidió a su vecino, Salomon Curtis, permiso para enterrar a su hijo en un claro de un huerto de manzanas.
Curtis accedió y termino cediéndole la parcela con la condición de que le reservara un lote, según indica un artículo publicado en el diario Orchard Park Bee en 1986.
Sin embargo, con el correr del tiempo el cementerio fue creciendo.
La última parcela fue excavada después de 1920, antes de que la familia Curtis vendiera el terreno circundante a la empresa DuPont, el conglomerado de productos químicos estadounidense.
Dean Hartloff, uno de los descendientes directos de Joseph que aún viven en la zona, explica que el cementerio pasó desapercibido durante décadas.
La propiedad del terreno a su alrededor cambió de manos varias veces y, finalmente, fue vendido al Condado de Erie para construir el estadio de los Bills.
Según cuenta la tradición familiar, en el momento de la venta al Condado, el propietario del equipo, Ralph Wilson, tenía pensado colocar la línea de 50 yardas del campo, precisamente donde estaba el cementerio.
«Cuando el condado decidió colocar allí el estadio, tuvo que obtener la aprobación de los familiares», relata Dean Hartloff y, para no perturbar las tumbas, hubo que alterar su diseño.
Desafortunadamente para los Bills, la parte al aire libre del estadio quedó orientada hacia el este-oeste, en vez del norte-sur, permitiendo la entrada de un desigual viento lateral al que se responsabiliza frecuentemente por los fallos de pateadores y mariscales de campo.
La maldición de los Bills
Y es verdad: la presencia física del cementerio ha obstaculizado, involuntariamente, las actuaciones de los Bills.
Sin embargo, algunos creen que son fuerzas superiores extrañas, y no los vientos desfavorables, las que han castigado a un equipo famoso por perder cuatro finales consecutivas de la NFL (Super Bowl) en los 90.
Según una indicación en la entrada del cementerio, «un antiguo pequeño pueblo de los indios Erie también estaba localizado donde está el estadio».
Y en 2012 el escritor Aaron Lowing investigó la zona y encontró que una comunidad de los indios Wenro ocupó ese terreno.
El oeste del estado de Nueva York estuvo poblado por tribus de indios norteamericanos y un tratado de 1797 fue el principal responsable de forzar a varias a dejar sus tierras e irse a reservaciones.
En su investigación, Lowinger encontró un «atlas de áreas aborígenes» que identifica específicamente a la tierra donde se construyó el estadio como un cementerio indio grande.
«Fue destruido por unos contratistas, y se rompieron y se botaron muchas vasijas de barro en la excavación», señala la información del atlas.
Lowinger dice que «fue un desastre poscolonial».
«La aldea india americana, con una importancia histórica y antropológica, fue desenterrada».
Y Gary Hartloff agrega que «uno no interfiere con suelos sagrados«.
Propietario desconocido
Mientras tanto, muchos siguen sin saber de la existencia del cementerio de la familia Sheldon.
El actual propietario del equipo, Terry Pegula, tampoco estaba enterado hasta hace poco. «Ni yo lo sabía», señaló al responder una solicitud de entrevista. «Así que no puedo ayudar».
Pero ¿por qué ha podido permanecer en su lugar y no ha sido demolido para ampliar el estacionamiento o colocar un puesto de perros calientes?
Resulta ser que los Bills no son dueños del cementerio. Nadie lo es, ni siquiera los Hartloffs.
Gary Hartloff suponía que pertenece al pueblo de Orchard Park, pero no es así. Tampoco es del Condado de Erie, dueño del estadio y su estacionamiento.
«El Condado es dueño de toda la instalación. Alquilamos la estructura del estadio al estado de Nueva York que, a su vez, la subarrienda a los Bills», explica el director ejecutivo del Condado de Erie, Mark Poloncarz.
«El cementerio es la única parcela en todo el complejo que no es propiedad del Condado de Erie Su propietario es una especie de misterio», reconoce.
Pero según los registros que posee, tiene la seguridad de que los familiares tienen acceso al cementerio para siempre y sospecha que alguno de ellos tiene la escritura.
Mientras tanto, últimamente los Bills han estado bajo presión de los ejecutivos de la NFL para mudar el estadio, lo que dejaría al camposanto en un limbo, al lado de un campo vacío de fútbol y rodeado de un enorme espacio para aparcar.
Sin embargo, Polomcarz no se muestra preocupado. Los Bills están entrando en su cuarta temporada, como parte de un contrato de alquiler de diez años.
Y tampoco cree en la supuesta maldición de los Bills.
«Confío que en el futuro próximo los Bills jugarán en Orchand Park con la familia Sheldon cuidándolos por un buen tiempo», sostiene.
«A la larga ganaremos el Super Bowl y no creo que la ubicacióndel estadio tendrá un efecto sobre eso».